Pero... ¿Qué ha pasado con las bandas?.

En esta nueva ocasión, me apetece sobre todo hablar de un fenómeno que realmente me parece curioso: Las bandas.


No. No me estoy refiriendo a los equipos de fútbol en los que suelo jugar yo. Nos pondremos serios y hablaremos de la evolución de los extremos en el fúbol y en las características de quien los ocupa. Sobre todo en los últimos veinte años aproximadamente.

Porque cualquiera que haya seguido el fútbol desde hace unos buenos años atrás, ha vivido el clásico esquema 4-4-2 donde el centro del campo estaba formado por dos centrocampistas (un día abordaremos también este tema, porque esos clásicos "centrocampistas" ahora ya se dividen en mediocentros, mediapuntas, especialistas defensivos u ofensivos, hombres de "labor oscura", hombres de contención, etc, etc. Lo dicho. Un mundo apasionante que hace un par de décadas eran "los centrocampistas") y dos "extremos" que, como mucho, en algunos momentos se hacían llamar "interiores" si su labor era más de apoyo en la creación de juego y no tanto vivir pegados a la raya de cal y sacarse un centro perfecto ante el lateral de turno enfrente.

La cuestión es que en esos tiempos era bastante inconcebible no contar con especialistas de banda en cada una de ellas y, oigan, parecía que estaba todo inventado. Pero date tú que las mismas circunstancias evolutivas de los jugadores y el ingenio de más de un técnico, vino a poner todo bocabajo.

Curiosamente el cambio casi fundamental de este concepto partió de otra posición distinta: La del lateral. Durante una buena parte de la historia del fútbol, los laterales generalmente eran dos centrales más pero con bastante más velocidad y normalmente con la mitad de técnica. Fundamentalmente se usaba un tipo de jugador capaz de parar al extremo contrario, que solía ser un rayo sobrado de técnica. En este punto, se precisaba un velocista con mucho fondo y bastante contundencia (en algunos casos, EXCESIVAMENTE contundente). Si encima el sujeto era capaz de dársela rápido y poco picuda al organizador del equipo, su carrera futbolística estaba asegurada... Hasta que perdía las facultades físicas, claro.

¿El principio del gran cambio?


Pero hete aquí que todo esto comenzó a cambiar poco a poco, y un nuevo tipo de lateral comenzó a abrirse paso. Esta versión remozada del puesto no sólo no perdía todas las buenas cualidades de la anterior, sino que añadía una casi inédita hasta entonces: La presencia en ataque. El nuevo lateral subía hasta la línea de fondo contraria y brindaba a los técnicos la posibilidad del "ataque por sorpresa". Un buen desdoblamiento del lateral por detrás del extremo / interior podía hacer bastante "pupa" en la línea defensiva del contrario, además de forzar un dos contra uno que podría resultar definitivo a la hora de atacar.

¿Un pájaro?. ¿Un avión?... Desde luego no un "tercer central".


Por supuesto, este nuevo tipo de jugador no sólo contaba con el doble de físico que su sucesor, sino que debía aportar además un plus de agilidad, técnica e, incluso en algún caso, una potencia en el disparo inusitada.

¿Se puede dirigir un equipo entero desde un lateral?. En el Nervión cuentan que lo vieron.

¿Y en qué posición fue dejando esto a los clásicos extremos?... Pues realmente en serio peligro de extinción. Si un extremo por definición es un tipo de jugador poco participativo en toda acción que no pase por su banda, si le añades que ya no es el único habitante de esa zona del campo, le estás obligando a jugar de "otra cosa". De este modo, de pronto un día apareció un mediapunta clásico ocupando una banda para caer hacia el centro descaradamente en cada acción y dejar paso al lateral que venía de atrás como una moto. Tan profundo fue el cambio que ahora el mencionado lateral era un "carrilero".

El colmo de los colmos en los últimos años ha sido la aplicación de las nuevas tácticas al fútbol moderno, que hace que cada vez los jugadores permuten más sus posiciones y ocupen las mismas sólo temporalmente. De este modo, ahora no es extraño (de hecho es lo habitual) ver a un delantero totalmente caído a banda para iniciar una acción de ataque. Porque hasta eso ha cambiado: El delantero ha dejado de ser la simple referencia arriba que se dedicaba a fijar centrales y a tratar de meter hacia dentro todo lo que le caía por sus dominios.

Está claro que el extremo/interior actual poco tiene que ver con el clásico.

Y llegamos al día de hoy, donde se juega con una y hasta las dos bandas "ciegas". Y posiblemente la pregunta sea: "¿Es esto mejor que antes?". Pues simplemente es distinto. A priori cualquier atisbo de polivalencia siempre brinda un abanico nuevo de opciones en ataque y eso debería ser buena noticia. El problema reside cuando de tantas propuestas juntas en el campo lo único que consigues es generar un galimatías de tamaño considerable. Pues, si bien es innegable rendirse ante la evidencia de una genialidad como poner a todo un genial mediapunta de falso delantero centro apareciendo por donde no se le puede detectar (el Barcelona lo hace de fábula con Messi), también es cierto que cuando necesitas sacar adelante un partido trabado abriendo el campo, la coherencia dicta que necesitas un buen ariete y dos extremos que no paren de surtirle de balones. Y eso puede que signifiquen tres cambios en un partido, por lo que o te la juegas a esa carta y no tienes más, o aplicas media solución, surtes una sóla banda de apoyo y rezas porque entre lo que tienes y el refuerzo te pueda bastar.

Como colofón: Son malos tiempos para la lírica si tu posición en el campo es la de extremo. Sin embargo, sabiendo que en esta posición han jugado Garrincha o George Best entre otros y que aún hoy en día puedes encontrarte un Jesús Navas. Supongo que siempre habrá un sitio para los románticos.

Supongo...