Atlético de Madrid: Los gritos no meten goles, el fútbol sí.

Escribo esto unas horas después de que se haya resuelto la semifinal de Champions league que ha enfrentado al Real Madrid y al Atlético de Madrid, en la cual ha terminado pasando el primero. Aún no se han apagado los ecos del partido y las ríos de comentarios subsiguientes, cuando cabe una reflexión profunda sobre lo que ha ocurrido en la eliminatoria.

Y como todo lo anterior me ha quedado como una introducción de un libro de física, vamos a dejarnos de tanta rimbombancia y resumir: Fútbol. Lo que ha ocurrido ha sido fútbol, que por un lado ha sido entre muy correcto y notable, y por el otro... No ha sido convocado.

"Me han traído a mí. ¿No es suficiente?"
Esta eliminatoria quedará para el recuerdo por temas tan extrafutbolísticos como los "hashtag", los "tifos", los "slogan" y la madre que nos parió todo lo demás. Que si unos no saben cómo se sienten los otros y los otros no serán jamás como los primeros. Todo muy bonito. El problema es que, en el segundo caso, se lo han creído de verdad. El Atlético de Madrid no ha sido un equipo de fútbol, sino otra cosa difícilmente definible.

En las últimas semanas se han oído afirmaciones como "coraje", "valor", "morir en el campo", "el que se quiera borrar, que lo diga ya", etc. Todo es muy bonito. Muy envalentonador y digno de elogio en cuanto a actitud, pero alguien (y el principal un tal "Simeone") ha olvidado por el camino que esto era jugar al fútbol, y no la sexta toma de Prusia.

Ya en el partido de ida, el Atlético de Madrid corrió ocho, OCHO kilómetros más que su adversario (quiero decir, les invito a que lo hagan y después jueguen 90 minutos a toda intensidad con "Zizou y sus patitos" delante). De hecho, aquello pareció un gallinero al que le sueltas un cachorro de pastor alemán, por parte del atlético. Ocho kilómetros más y lo que ocurrió es que recibieron tal "baño y masaje" que al día siguiente les querían cobrar el balneario... Una derrota contundente, de las que pesan y pasan factura.

Este aficionado atlético no lo entiende. Está acostumbrado a ganar con poca sutileza.
Sin embargo, y haciendo gala de una afición de las que da gusto tener, todo quedó rápidamente minimizado por esos vídeos en YouTube de todos los atléticos cantando en el Bernabéu como si hubiesen ganado las finales a Lebron James. Simeone, que es perro viejo en estas lides, enseguida salió a la rueda de prensa utilizando el discurso "ovoide" (los nuestros son más gordos y pendulean más) y allí pareció morir toda crítica a lo que había sucedido durante el partido.

Porque lo que sucedió en ese encuentro es que se jugó con un lateral derecho improvisado al que Marcelo roció con vinagreta antes de merendárselo, algo que se intuía desde el minuto 1 de partido. Sucedió también que el planteamiento fue: Salir a que no te metan muchos y a ver qué rechace o córner encuentro para meter el "golito" y pasar a lo "disimulao" en la vuelta. Pasó, en defitiniva, que el Atlético no sólo se creyó inferior, se vio a la altura de un Placense C al que le cae un grande en Copa del Rey.

Cómo veía el Atleti el otro área en el Bernabéu.
 Y, cuidado, efectivamente Simeone, la plantilla atlética y hasta el que barre los baños del Calderón, sabe que el Real Madrid, hombre por hombre, es superior. Pero una cosa es saber eso y otra muy distinta despejar cualquier atisbo de duda desde antes de salir del vestuario. Primero porque a lo mejor no está tan claro de que Bale o Benzemá estén muy por encima de Griezmann, o que Danilo, titular en la vuelta, supere a Filipe Luis en prestaciones. Habría que discutir si Ramos, Varane o Pepe superan tan holgadamente a Godín, o si hay muchos mediocampistas en España con el toque y la visión de juego de Koke. Incluso si Casemiro es tan superior a Gabi.

En resumen: ¿El atlético tiene gente para jugar a otra cosa? La respuesta es: Posiblemente sí.

Es innegable lo que ha hecho el Cholo por este equipo. Es innegable que ha llegado donde ha llegado por él, pero un técnico que está en su, ¿cuarta? ¿Quinta? Participación consecutiva en Champions llegando bien arriba, el mismo que tumbó a un Bayern por todo lo alto, por ejemplo, no sea capaz de buscar la metamorfosis paulatina de un equipo que no siga enarbolando la bandera de: "son mejores, así que les ganaremos corriendo más y entrando más fuerte".

"¡¡¿¿Qué somos??!!" Futbolistas, ¿no?
Y así llegamos a la vuelta. Cero autocrítica y una apelación... A correr más. Es decir. Hemos perdido porque los ocho kilómetros de más han sido pocos, corramos diecisiete. Y los jugadores, obedientes hasta el hastío, eso es innegable, se lo creen, salen a morir, montan un infierno en veinte minutos y (cómo calará el mensaje del Cholo) todavía consiguen ponerse 2 - 0, haciendo que la afición merengue sienta unos sudores inesperados por axilas, pantorrillas y entrepierna.

Sin embargo, dicha desazón no es compartida por el once del Real Madrid, que continúa a lo suyo, aun estando prácticamente remontado, con una tranquilidad pasmosa. Como si ves "The ring" comiendo sopa, el Madrid empieza a tocar el balón, propone fútbol y pasa lo que tenía que pasar. Porque, si analizamos los dos goles atléticos, son un córner y un penalty. Que sí, encomiable el empuje, pero son dos acciones de balón parado. Veinte minutos soltando todo lo que llevan dentro (el gallinero echando humo) y... Hasta aquí.

Luego es cuando empieza a imponerse la tozudez del fútbol, ésa que dice que, si juegas a él, tienes más posibilidades de ganar que si corres, empujas y gritas. Aparecen dos de estos que llevan el balón como un camarero una bandeja, Isco y Módric, y al Atleti empiezan a vérsele todas las costuras. Para postre, aparece Benzemá (que es al fútbol lo que un hippie a Woodstock, "colocado" y parte de él) y se calza una obra de arte en banda que hace que todo se acabé en un suspiro. Llegamos al descanso como al principio: tres goles abajo, el doble de cansancio y cuarenta y cinco minutos menos.

Eran una de bravas, dos de gambas... ¿Algo más?
Entonces, llega ese punto en que me imagino a Simeone en el vestuario diciendo: "Chicos, ¿y si corremos más? ¡Somos hombres! ¡Somos más fuertes y tenemos más determinación!". También me imagino a toda la plantilla mirando para él y diciendo: "Verá es que hemos hecho dos M-30 ya y esto está como al principio"... Aun así, como es Simeone, le hacen caso y salen la segunda parte a correr, aún más.

Y se acabó lo que se daba, claro.

El Madrid se adueña del mediocampo, toca Isco, Módric, Kroos, luego Asensio... Hasta Casemiro. El Atlético corre y corre y corre. Los minutos pasan y, de pronto, Gameiro (posiblemente necesitaban correr más) y Correa salen al campo (minuto 70). Lo que ocurre entonces es que el Atlético genera algo de fútbol y hasta dan un par de sustos de los de provocar alopecia a la parroquia blanca. De pronto, alguien recuerda el deporte al que se juega y que es más fácil combinar arriba entre Carrasco, Griezmann y Correa que con sólo dos de ellos, que haces más "pupa", vamos. Trabajo inútil porque aparece Keylor en modo Clark Kent tras paso por cabina telefónica, pero es increíble que sólo entonces alguno se diese cuenta que a esto se ganaba así.

Si le sueltan la "Correa", responde... Matadme.
Total, que se acaba el partido, el Cholo sale a la rueda de prensa a decir que lo que han hecho pasará a los libros de historia (entiendo que a los de Iron man o Titan desert), que están encantados, que no han cometido un solo error y que el año que viene correran más. La afición, por su parte, orgullosísimos de no ser como los otros y a esperar a la siguiente temporada. Lo malo es que, en medio de todo este escenario, nadie se para a preguntar qué orgullo habrá en no jugar al fútbol como intenta hacerlo el contrario y, sobre todo, qué fuerza mágica habrá en chillar más que el de enfrente que haga que la "pelotita" entre más veces en la otra portería que en la tuya.

A lo mejor, ¿quién sabe? La próxima vez, todo lo que tienen que hacer es chillar y correr a la vez. Sin parar y sin descanso. Por probar...

Yo intentaría a jugar al fútbol, pero yo siempre he sido muy raro.