El gran enemigo de CR7

Mucho ha transcurrido desde la última entrada de este blog. Sin embargo, tras haberlo dado por muerto (yo mismo, ¿eh? No crean...), creo que es un buen momento para resucitarlo cual "Ave Fénix" porque, para que negarlo, el "jurgol" sigue molando mucho. ¿A que sí?

Hoy vamos a hablar de Cristiano Ronaldo (qué raro. ¿No?), en la semana de esta entrada, está de rabiosa actualidad porque ha "enchufado" nada menos que cinco goles. Esto me da la excusa perfecta para plasmar una opinión que tengo desde hace ya muchos años bien formada: creo saber contra quién compite CR7.

¿Mi gran enemigo?... ¿Messi? ¿Bale? ¿Batman?

A estas alturas, va a ser difícil descubrir a este tío. Salta un metro, corre como un gamo, hace más abdominales que Fernando Alonso kilómetros, va bien de cabeza y la rompe con las dos piernas. Es decir: Está como un buey y es el jugador de fútbol total. Porque lo es... ¿O no?

Vamos a hacer un poco de retrospectiva y a recordar a don Raúl González Blanco. Ese jugador de piernas torcidas, no muy alto, con sprint de caracol y cara de no darle ni "picuda". Evidentemente, estamos hablando de la antítesis de nuestro protagonista. Alguien al que en el patio del recreo, dejaríamos para el último a la hora de seleccionar en nuestro equipo improvisado de fútbol y, sin embargo, estamos hablando de uno de los cinco mejores jugadores del fútbol español de todos los tiempos. Objetivamente lo es. Por lo tanto, aquí se nos está escapando una variable que completa la ecuación. ¿La despejamos?

Ay, amigo. Aquí hay mucho más que físico.
La virtud de este grande del fútbol, lo que realmente le hizo quién es, estaba debajo de su cuero cabelludo. Un futbolista es lo que tiene dentro de su cabeza. El carácter, las decisiones, la reacción, los impulsos... Todo ello, y ésta es la buena noticia, aún puede pasar por encima de un físico lamentable y cochambroso. Gracias a eso, Riquelme, Xavi o Pirlo son leyenda viva. Son los futbolistas que hacen que no nos importe la camiseta que vistan para dedicarles toda nuestra admiración. Son los futbolistas con los que te pones de pie cuando son sustituidos, y de los que hablas con orgullo a un boquiabierto hijo o sobrino porque algún día viste en directo.

Yo tuve la suerte de ver a este caballero, R7 (sin "C") en persona, cuando contaba con 24 ó 25 años y estaba en lo más alto de su carrera. Era absolutamente admirable. Ni siquiera necesitaba el balón. En veinte minutos tenía a dos centrales y un lateral absolutamente locos porque no sabían dónde estaba. Se escondía, volvía, se ofrecía, presionaba la salida del balón con inteligencia... Si jugabas contra él, daba pánico, porque sabías que siempre te iba a jugar al fallo. Un solo error que cometieras en una entrega, una duda, y allí estaba esa maldita pesadilla para sacar tajada. Daba la impresión de que hasta los banderines de córner jugaban para él.

Raúl, como Xavi o como Pirlo, sabían que el flash bueno de la foto era el que te reflejaba al día siguiente como ganador del partido, y que no hay un jugador en el mundo que gane en un uno contra once. Solo con esa idea en la cabeza, esta clase de jugadores se hicieron leyenda. Precisamente, por eso, porque desde el primer minuto entendieron que su mayor enemigo era la historia, y solo podían vencerla siendo tan listos como buenos.

Lo que sale cuando buscas "Soy leyenda" en Google.
Volvamos con Cristiano. Está claro que también tiene un hueco en la historia. Sin duda será recordado como uno de los mejores aunque, ay amigo, éste es el principio de sus problemas.

Porque CR7 tiene un gran enemigo, alguien que le obsesiona, su Moriarty particular, que siempre ha sido su sombra y está consiguiendo, año tras año, que no vaya a ser tanto como quisiera y, lo que es peor, como pretendía.

¿Sere yo, maestro?
 No, Leo. No en este caso, porque sin lugar a dudas, el mayor enemigo de CR7 se llama... Cristiano Ronaldo.

Cristiano es un futbolista que no lo tuvo fácil en sus primeros años. Es de dominio público que tuvo una infancia y una adolescencia difícil. Eso fue así hasta que un día decidió que la manera de salir de ello sería convertirse en el mejor. Y gracias a esa decisión es lo que es hoy. Sin embargo, su concepto de "ser el mejor" y el camino para lograrlo, posiblemente sean el gran problema que arrastra.

Hablamos de una persona que ha pasado de querer a necesitar que todo lo que hace sea perfecto. Por eso hace varios kilómetros diarios en la piscina después de los entrenamientos, tiene el mejor físico posible, le brillan tanto los dientes y hasta el último pelo obedece engominado a una férrea disciplina militar. Todo en él y a su alrededor, tiene que ser inmejorable pero, por el camino, se olvida de que su concepto de perfección no tiene que ser el de los demás.

Aunque ya sea tarde, aún sueño con el día en el que alguien le diga que ser perfecto no es tener que marcar en todos los partidos; No es tener que ser obligatoriamente portada de todos los periódicos día sí y día también; no es que los periodistas y la calle digan que eres mejor que Messi; no es ser más alto, ni más guapo. No tiene que ver con nada de eso.

Ser el mejor es hacer que hasta los banderines de córner jueguen para ti, no pretenderlo. Hay una sutil, pero gran diferencia.

Y, evidentemente, esto incluye saber que no tienes que finalizar el 60% de las jugadas - sobre todo cuando tienes compañeros mejor desmarcados que tú - ni tienes que tirar todas las faltas de tu equipo - sobre todo cuando hay quien las lanza mejor que tú - ni tienes que jugar 90 minutos por decreto - y así llegas a los finales de temporada como llegas - ni tienes que hacer aspavientos cada vez que algo te sale mal, ni tienes que mirar mal a tus compañeros cuando no te la dan - como haces tú - y, sobre todo, no puedes cabrearte porque el gol que acaba de subir al marcador, y favorece a tu equipo, no ha sido tuyo.

Estos son los grandes problemas de este colosal futbolista. Juega contra sí mismo, y no contra la historia. No se da cuenta de que su mayor némesis, Messi, es feo bajo, habla mal y parece el vecino del quinto, pero sabe perfectamente quién es su enemigo real, como lo saben los más grandes.

Puede que sea tarde para revertir esta tendencia. Sería una pena que no le hicieran ver la luz, ahora que empieza a enfilar la recta final de su carrera. Con semejante potencia y remate, tenemos a un jugador que solo necesita reconvertirse como llegador, como delantero letal, para continuar asombrando y, lo que es más importante, para hacer historia de la buena, de la de verdad, ganando títulos que respalden a una leyenda del fúbol.

Puede que pase eso, también puede que siga haciendo aspavientos y tirando faltas fuera del estadio. Todo depende de a quién tome como su peor enemigo. Porque un llegador no necesita hacer doce "bicicletas" delante de un lateral, ni siquiera ir tan peinado. De hecho, los killers más letales a menudo tienen cara de perro, barba de tres días y salen con la camiseta verde y marrón de porfiar con los centrales. Sin embargo, los flashes de las fotos que se iluminan, pueden valer su precio en oro. Solo hay que decidir cómo se va a la guerra, como un héroe arrastrándose por las trincheras o como un general encima de un tanque señalando el camino con su sable en digna postura.

CR7 necesita ser mucho más Ronaldo que Cristiano. ¿Lo conseguirá?...

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